miércoles, 9 de enero de 2008

Cuando un amigo se va



Que los amigos son para toda la vida parece ser ya un mito. La agitada vida moderna ha hecho desaparecer el barrio y también las permanencias en territorios antes eternos. Este es el caso de mi pequeño gran amigo Esteban.

No nacimos ni crecimos en el mismo barrio. Tampoco, pese a ser los dos Icaritos, sabíamos de nuestras existencias, difícil saberlo en ese tiempo oscuro. Sin embargo, Nuestra profesión un día nos llevó a anclar en el mismo colegio. Ahí en largas y a veces aburridas pláticas, supimos que algún día correteamos el mismo sueño.

Concordamos que la locura puede ser colectiva en la medida que somos capaces de despojarnos de nuestras caretas. El desde su cruz filosófica y yo desde mi música disonante, soñamos cambiar el mundo, el pequeño mundo en que nos encontrábamos. Nunca sabremos a cuantos logramos contagiar nuestra locura, de lo que si estoy claro que la nuestra, aunque envejecida, sigue intacta.


Chico se que en algún lugar de san Vicente detrás de una gran polvareda, vienes tu montando un pequeño pony blandiendo tu espada adornada con las musas que nunca recordaste. Se también, que sigues con tus eternos dilemas éticos y peléticos y aunque con nuevas lanzas, de seguro te ha de faltar, el yelmo multicolor tejido por las hábiles manos de alguna artesana con el que transitabas los pasillos del colegio. El mismo que yo conservo como recuerdo de aquellos días en que fuimos grandes amigos.



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